Oraciones que deberían decir los sacerdotes al revestirse

Lavabo.

Da, Señor, la virtud a mis manos para que toda mancha sea removida y pueda servirte con una mente y un cuerpo puros.

Da, Dómine, virtútem mánibus meis ad abstergéndam omnem máculam; ut sine pollutióne mentis et córporis váleam tibi servíre.

Empezar con la señal de la cruz.

Amito.

Impón, Señor, sobre mi cabeza el yelmo de salud, para combatir las asechanzas diabólicas.

Impóne, Dómine, cápiti meo gáleam salútis ad expugnándos diabólicos incúrsus.

Alba.

Purifica, Señor, y limpia mi corazón, para que purificado con la sangre del Cordero merezca el gozo sempiterno.

Deálba me, Dómine, et munda cor meum; ut in Sánguine Agni dealbátus gáudiis pérfruar sempitérnis.

Cíngulo.

Cíñeme, Señor, con el cíngulo de la pureza y extingue en mis miembros el humor libidinoso, para que permanezca en mí la virtud de la continencia y castidad.

Præcínge me, Dómine, cíngulo puritátis et extíngue in lumbis meis humórem libídinis, ut máneat in me virtus continéntiæ et castitátis.

Estola.

Devuélveme, Señor, el estado de inmortalidad, que perdimos con el pecado de nuestros primeros padres: y, aunque indigno de acercarme a tu sagrado misterio concédeme la eterna gloria.

Redde mihi, Dómine, stolam immortalitátis quam pérdidi in prævaricatióne primi paréntis, et quamvis indígnus accédo ad tuum sacrum mystérium, mérear tamen gáudium sempitérnum.

Casulla.

Señor, que dijiste: mi yugo es suave y mi carga ligera; haz que lo lleve de tal manera, que me haga digno de conseguir tu gracia. Amén.

Dómine, qui dixísti: iugum meum suave est et onus meum leve: fac ut istud portáre sic váleam, quod cónsequar tuam grátiam. Amen.